Yo tuve que morir
pero me faltó cielo,
yo tuve que nacer
pero me faltó mundo,
yo tuve que pecar
pero me faltó sombra,
yo tuve que olvidar
pero me faltó muerte,
yo tuve que besar
pero me faltó incendio,
yo tuve que volar
pero me faltó estrella,
yo tuve que vencer
pero me faltó otro.
Este es el relincho
de este caballo ciego,
de mi sangre con cruces,
de mi pecho con alas,
de mi pobre estandarte
quebrado tantas veces
como fue necesario.
A lo largo del mar
alcé castillos locos,
en donde tú habitaras
esperándome eterna.
Que yo tuve más deudas
que días en el mundo,
y por eso me sangran
las últimas palabras
que le digo a la muerte.
Y viajé de rodillas
como le es permitido
a los sacrificados,
y consideré en serio
asesinar a Dios,
pero es que muchos otros
ya lo habían intentado.
Me he limitado entonces
a escribir estos poemas
que a veces me persiguen
porque quiero besarlos.
¡Estrújame, desátame!
Llega hasta mi espejismo,
muchacha que no sabe
cuánto cuesta el silencio,
dirección del azar
en mis huesos volados.
Yo tuve que sangrar,
pero me faltó herida…
Y yo tuve que amarte
pero faltabas tú…
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