Este es EL AMOR...
Como veis está lleno de heridas.
Cojea a ratos
y llora a solas sin notarlo,
tartamudea de pronto,
le da frío el más mínimo
roce de cualquier sombra,
ha adelgazado mucho últimamente,
un reciente diagnóstico
dice que tiene exceso de luz entre los ojos,
se le olvidan las cosas en cualquier vaticinio,
suda mucho de noche
cuando no están besándolo,
tropieza con objetos que no existen,
habla solo murmullos,
se queja de trasluz
y de abandono,
duerme mal y lo asaltan
episodios de pánico y de olvido,
padece de ternura hasta el delirio,
y no sabe si debe huir o enamorarse,
pero sigue cantando...
pero sigue cantando...
Este es EL HORIZONTE...
Es como un dios dormido,
haciendo siesta y respirando cielos.
Pero no es eso, no,
es un brazo de estrella
que arrancó el negro viento
del silencio,
quizá una muchacha delirando de azul
esperando a su amante,
tal vez una herida
que ya nadie reclama como suya
por antigua y por alta,
un tren que corre y corre
hacia la noche,
con un hambre de estrellas insaciable,
con un hambre de cielos
nocturnos insaciable,
un tren que nunca llegará,
porque nunca ha partido
de su primera niebla.
Este es el horizonte...
Como veis, es sencillo de contarlo...
haciendo siesta y respirando cielos.
Pero no es eso, no,
es un brazo de estrella
que arrancó el negro viento
del silencio,
quizá una muchacha delirando de azul
esperando a su amante,
tal vez una herida
que ya nadie reclama como suya
por antigua y por alta,
un tren que corre y corre
hacia la noche,
con un hambre de estrellas insaciable,
con un hambre de cielos
nocturnos insaciable,
un tren que nunca llegará,
porque nunca ha partido
de su primera niebla.
Este es el horizonte...
Como veis, es sencillo de contarlo...
Esta es LA ARENA...
Es más grande que el mar,
pero el mar no lo sabe.
Se extiende como un ala final
sobre los hombros
de tanta soledad.
La tomo entre mis manos:
caricia, eternidad,
rostro del mundo.
Rota amiga del sol que la besa y la besa,
pues sólo sabe
unísona fluir hacia la luz
y hacia la sombra,
cabalgando sobre los espejismos
que con ella hace Dios.
La llevo a mi jardín
y al instante se tiende
debajo de las flores a esperarlas...
Aconsejan los ángeles
tomar entre las manos pensativas,
un puñito de arena ante el atardecer,
para sentir a Dios
imaginando mundos.
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