Tu tatuaje respira entre la noche,
animalito azul de asombro,
suele emigrar,
cuando no lo miramos
por tu espalda,
lascivamente lleno
de sentencias de amor,
como si él tuviera
un poder que aún no tengo
sobre tu corazón.
El tatuaje es un río tan pequeño:
meandros aquí y allá
insinuando cielos.
Bandada mínima
de letras mínimas
que suscriben un pacto,
con el abismo de alas del amor.
Y en la noche respira
haciéndote el amor,
estremeciéndose
con sus garfios delgados
de pantera,
lascivamente moviéndose
en la noche,
con tu cuerpo que viaja
desde toda la oscuridad
hacia toda la luz.
Ahora mismo acerco mi oído
a la sábana apenumbrada
que te nimba la espalda,
y escucho ese jadeo diminuto
que hace el amor contigo
cada noche,
mientras duermo indefenso
del lado de mi vida.
Él habita contigo
día y noche,
él goza tus prodigios
de ceniza sedienta
día y noche.
Cuando te duermes él despierta
y te lame la espalda,
milímetro a milímetro de asombro.
Y yo aquí,
avanzando en la noche
entre los piélagos
de sal y sombra de mi destino.
Mientras él sólo vive para ti,
extasiado de ti y de tus penumbras,
tan mínimo y voraz
como un nombre de hombre.
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